domingo, noviembre 11, 2007

Cómo me hice monja // César Aira

Esos libros que uno recupera. De esos que llegan a tus manos tiempo después de haberlos leído. Y tiempo después de haberlos visto en tu estantería. No se sabe bien cómo, pero de alguna manera nos renuevan el cariño y la curiosidad. Cuando me mudé de Buenos Aires y volví a Lima, una de las cosas que tuve que dejar detrás fue una caja con libros y otros apuntes. Básicamene porque aunque realmente me dolió dejarlos, los libros pesan mucho y (oh, maldita aviación comercial) pagar el exceso de equipaje no es algo muy recomendable que digamos. Supongo que vale la pena con algunos libros y créanme, moría de ganas de pagarlo. Pero no. Hay que ser fiel a los principios y no darle más dinero del que ya nos roban esas malditas aerolíneas.

Así que dejé un número x de cosas en casa de una tía en Buenos Aires, esperando irlas recuperando de a pocos. Y hace una semana volvieron con una persona que viajó para allá una serie de apuntes, cuadernos de mi carrera en los que había bocetos de una que otra historia y un par de los libros que dejé. La mayoría los metí en la estantería casi sin mirarlos, o sin recordar que los tenía, otros me alegré de recuperarlos y en eso me quedé con este en la mano y sencillamente me sentí mal por haberlo dejado detrás.

Cómo me hice monja es un ejemplo absolutamente magnífico de lo que es la libertad narrativa de Aira. Esa libertad subversiva, estimulante y ácrata que es una búsqueda de identidad. Un adulto evoca sus recuerdos de infancia, su mudanza del pequeño pueblo de Coronel Pringles a la ciudad de Rosario, donde empiezan a desencadenarse hechos extraños, divertidos y fantásticos que cambian la vida de este personaje y su familia. Y ese personaje es fragmento y variación, no admite ningún orden establecido, alterna la temporalidad y el espacio como si ese cantar no estuviera hecho para los oídos del narrador (y dicho sea de paso, del autor). Aunque sencilla en apariencia, esta novela nos interna al extraño mundo de caos que tanto fascina al argentino César Aira, donde la Niña, el protagonista de la novela, alterna su género con el masculino, entrecruza el umbral que divide lo real de lo imposible y desafía el tiempo narrativo o el accionar de los personajes, cambiando de rumbo, voluntad y objetivo, dejando de lado la intención de contar la historia de cómo la Niña se hizo monja para pasar a contarnos sobre su vocación literaria sin mayor explicación que la lógica particular del autor.

Sobre todo porque es una novela basada en el recuerdo, que todo lo distorsiona, lo desordena, lo convierte en fábula. Porque eso es, finalmente, recordar lo que significa ser un niño, sentir de nuevo esa opresión en la garganta y esa libertad para transformar el mundo con nada más que un guiño de ojos, ese dejarse estar que lo libera a uno de la realidad y mitifica los hechos para convertirlos en pequeños momentos triviales que terminan por definir nuestra vida, nuestra forma de ser, nuestro día a día.

Llena de desvarío, desorden, contradicción y verborragia, la prosa de César Aira nos ofrece una singularidad digna de admiración: lograr, en novelas de a veces no más de treinta páginas, un caudal narrativo inagotable.

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Recomendable: Cuando todo lo que importa es sentirte libre. Cuando estás harto de los protocolos. Cuando vale la pena subvertir todo con la mente porque la realidad jode.
Se lo regalaría a: Dado el caso, supongo que a cualquiera que quiera empezar a leer a este autor a todas luces recomendable. Es un excelente punto de partida.

Ficha técnica:

Aira, César
Cómo me hice monja - Beatriz Viterbo Editora
1999
256 p.; 12x19 cm.
ISBN: 9789508450746
Notas: Incluye la novela La costurera y el viento.





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"Mi mamá era mi mejor amiga. Pero no por una elección que me definiera, ni por una elección de cualquier otro tipo, sino por ncesidad. Estábamos solas, aisladas, ¿qué nos quedaba sino tenernos la una a la otra? En esos casos la necesidad se hace virtud, y no es menos virtud por eso. Ni menos necesidad. La nuestra no era profunda, no tenía raíces o concomitancias. Era una necesidad casual, de momento. Difícilmente podría encontrarse dos seres con menos afinidades que nosotras dos. Ni siquiera éramos opuesto complementarios, porque nos parecíamos. Ella también era una soñadora. Habría preferido ocultármelo, pero lo descubrí por alguna señal mínima. Las personalidades secretas se revelan en lo furtivo , y eso era lo que yo captaba antes ue nada, de modo que la pobre mamá no tuvo ninguna chance de hacerse imperceptible conmigo. Mis ojos horadantes de monstruo impedían que ningún ser vivo se mimetizara con mi vida."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de leer este libro y me fascinó. Y literalmente acabo de terminar de leerlo jaja, hace solo un par de horas. Me confundió un poco el hecho de que se autodenominara como niña y el resto lo tratara como niño; incluyo llegué a pensar que "monja" era un eufemismo a "homosexual" o "transexual" como se autodenominaba niña... pero después me di cuenta que solo era manía del autor jaja. ¡Y eso me gustó mucho!

En fin...
Saludos.